Tuesday, September 9, 2008

Libertad de prensa, libertad para las empresas

La recuperación de los mecanismos democráticos para la elección de gobernantes en 1983 significó la reaparición de espacios para la difusión de ideas que la censura dictatorial, por una parte, y la connivencia de parte del periodismo con la dictadura, por otra, habían cercenado durante años. Cierto es también, que incluso en períodos de relativa vigencia de los derechos constitucionales la prensa argentina fue objeto de presiones más o menos intensas, persecuciones e intentos de domesticación abiertos o velados.

El fenomenal proceso de concentración del capital que se produjo en los últimos treinta años, con una aceleración notable en la década del '90, no dejó afuera a los medios de comunicación. Es así como vimos la formación de gigantescos "Multimedia" que, montados en la generalización de las nuevas tecnologías de comunicación e informáticas, extendieron sus redes a todo el ámbito nacional convirtiendo la comunicación en un verdadero oligopolio integrado vertical y horizontalmente. La alianza estrecha de estos "Multimedia" con los grandes capitales que controlan la economía argentina decide el perfil de sus intereses permanentes. El apoyo más o menos desembozado hacia alguna expresión política puede responder a intereses coyunturales, pero estructuralmente los "Multimedia" son el departamento de marketing y publicidad del gran capital, en su faz discursiva, y su canal de expresión editorial en la reflexiva. La permanencia de medios de comunicación independientes de los dictados del capital se torna cada vez más problemática, debiendo luchar contra todo tipo de intentos de acallar su voz.

Una manera de disfrazar y velar la comunión de intereses empresarios entre los "Multimedia" y las fracciones del capital más concentrado fue la difusión de actitudes de "denuncia", generalmente de maniobras de corrupción por parte de funcionarios estatales. Esta práctica – la denuncia – no reprochable en sí, es utilizada como ariete en la avanzada contra la claudicante clase política argentina y fundamentalmente los organismos colegiados parlamentarios, a los cuales se acusa de ser la causa de los males del país. La miserable verdad oculta tras esta aparentemente valiente actitud es que a los parlamentos y en general a "la política" se los ataca no por sus vicios – que los tienen – sino por sus módicas virtudes, que son las que exasperan a los dueños del capital. La crítica contra la corrupción oculta la necesidad de anular los controles administrativos o parlamentarios, rara vez aplicados, pero potencialmente molestos a las demandas del capital, siempre ávido de superiores márgenes de rentabilidad obtenidos por leyes y decretos que sostengan los rendimientos decrecientes de la tasa de ganancia.

La mera posibilidad de una intervención estatal en la economía es lo que crispa el músculo corporativo de los medios. Detrás de su unanime encolumnamiento con la fracción agraria del capital está la intención de congelar cualquier iniciativa tendiente a modificar la ley de radiodifusión heredada de la dictadura, y a la que todos los gobiernos democráticos desde el '83 para acá adoptaron como propia, algunos con fervor, y otros con cara de resignación y gestos de taparse la nariz.

Un ejemplo cristalino del modo en que se relacionan los medios con el capital aparece acá

La realidad no se puede ocultar, ni tapar, solo se…edita. Ni un nombre propio aparece vinculado a las muertes de obreros de la construcción, seis (6) en lo que va del año en Rosario. ¿Qué empresas obtenían su lucro mezquinando elementos de seguridad? ¿Quienes son los empresarios propietarios de esas empresas? ¿Dónde viven, en qué automóvil se movilizan? ¿Cuál es la rentabilidad de un proyecto inmobiliario? ¿Cuánto gana un obrero de la construcción? ¿Cuánto dura su jornada? ¿A qué hora de esa jornada se producen los accidentes? ¿Quienes son los ingenieros que aceptan dirigir una obra en la que los operarios no cuentan con la mínima protección para sus vidas? ¿Con cuantos inspectores cuenta el ministerio de trabajo de la provincia? ¿Cuánto ganan esos inspectores para resguardarlos de la corrupción de los capitalistas constructores e inmobiliarios?

Nada de esto se pregunta el periodista, y conste que no quiero responsabilizar al cagatinta de turno, que, como Tenembaum y Zloto……..dirá: "La nota se publicó". Lo más revelador de su conducta es, paradójicamente, lo que se oculta. Por el mismo mecanismo mental por el cual un policía cuando se dirige a un varón de tez blanca y de corbata, a bordo de un auto dos_mil_y_pico le dice: "los documentos del vehículo, caballero, por favor", y si es un negro manejando un renó_12 lo conmina: "dame los papeles". O cuando el mismo "caballero" llega a hacer una denuncia a la seccional le piden: "tome asiento, por favor", mientras al morocho le dirán: "Sentate ahí". Por ese condicionamiento mental, decía, el periodista siente un respeto reverencial por el capital que le impide establecer las conexiones lógicas entre muerte por inseguridad y tasa de ganancia. La empresa, que vende la edición de la información, no tiene que sugerirle nada. El periodista sólo se corta la lengua. El "Gran hermano" ha logrado su cometido una vez más.


Ante tal cuadro de situación es cuando adquieren multiplicado valor los intentos por hacer escuchar otras voces. La utilización de herramientas tecnológicas novedosas puede abrir caminos en la tarea de llevar información y opinión alternativas para contrarrestar la intoxicación y desinformación que nos bombardea cotidianamente. Este medio es uno, sugiero.

udi, septiembre de 2008
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"Los momentos en que somos más libres e iguales en este sistema son aquellos que dedicamos a la consecución de la utopía. El resto del tiempo somos meros esclavos."

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